'Escondidos en Brujas', elegante tragicomedia en Bélgica
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El 18 de julio se estrena ‘Escondidos en Brujas’, una película cuyo mayor atractivo, a priori, es contar con la presencia de Ralph Fiennes, Colin Farrell y Brendan Gleeson, tres actores consolidados cada uno en su estilo, en un verano que se presenta con escasas alternativas decentes en cartelera. El film viene avalado por excelentes críticas desde su estreno internacional el pasado febrero, y es de esperar, sin embargo, que su paso por taquilla en nuestro país sea cuanto menos discreto.
‘Escondidos en Brujas’ es la historia de Ken (Brendan Gleeson) y Ray (Colin Farrell), dos asesinos a sueldo dublineses que han de hacer un trabajo en Brujas, la mítica ciudad belga que es mostrada bajo su aura medieval, prácticamente gótico. Mientras que Ken, un homosexual amante de la tranquilidad, disfruta de la cultura que se respira en la ciudad, Ray se desespera por la melancólica armonía que sacude Brujas, y va en busca de mujeres y algo de acción mientras espera los detalles de la misión que tienen que realizar. Cuando Ray cumple con la tarea de asesinar a un sacerdote (cameo de Ciarán Hinds) por encargo, accidentalmente mata a un niño que estaba orando en la capilla, y desde entonces los remordimientos le pueden, a la vez que a Ken se le ordena que acabe con Ray por el error cometido.
Nunca Colin Farrell ha estado más simpático ni ha sido tan cómplice con el espectador como en esta película, que empieza de un modo extremadamente calmado, casi en plan comedia de buddy movie pero con elegancia, para terminar de un modo frenético y demoledor. Los primeros veinte minutos, antes del asesinato del sacerdote, constituyen un cine puramente turístico, más enfocado a insistir en las maravillas de la ciudad donde se ambienta íntegramente la película, que a desarrollar un guión y pulir los perfiles psicológicos de los personajes.
Nunca Colin Farrell ha estado más simpático ni ha sido tan cómplice con el espectador como en esta película, que empieza de un modo extremadamente calmado, casi en plan comedia de buddy movie pero con elegancia, para terminar de un modo frenético y demoledor. Los primeros veinte minutos, antes del asesinato del sacerdote, constituyen un cine puramente turístico, más enfocado a insistir en las maravillas de la ciudad donde se ambienta íntegramente la película, que a desarrollar un guión y pulir los perfiles psicológicos de los personajes.
Este film es sin lugar a dudas una vuelta de tuerca a las películas de asesinos a sueldo, dotándolos de una humanidad parecida a la que se le proporcionó a Pierce Brosnan en la curiosa ‘Matador’. Ray y Ken son dos buenos tipos en el fondo, que son conscientes de la negatividad de su oficio, de que el infierno les espera con fervor, pero se consuelan con la idea de que lo que hacen lo hacen por dinero, siguiendo unos inflexibles principios y que, por lo demás, su paz interior personal se debe atener a las consecuencias. Cuando se mete por medio el personaje de Harry Waters (Ralph Fiennes), el omnisciente jefe de ambos, la película se convierte en un auténtico tour de force, en el que cobra protagonismo la necesidad de encontrar una solución. Tanto Harry, como Ken, como Ray, son los tres unos cabrones (con perdón) a su manera, y para el espectador es a veces totalmente imposible fijarse en quién debe, moralmente, decaer la conexión emocional, la empatía, la identificación.
Es un admirable acierto la alegoría que progresivamente se va colando en el ocasionalmente enrevesado argumento. Harry, Ken y Ray son caballeros de honor en un escenario medieval. Por un momento da igual que estén en el siglo XV o en el XX. Matan por unos principios que deben fomentar, y ellos son ejecutores y partícipes de ese honor que antaño enfrentaba a nobles y hasta a reyes. Hoy son unos hombres mal vistos por la sociedad, que actúan acorde a lo que ellos sienten que deben hacer. Por eso, cuando Ken sabe que tiene que matar a Ray, y no consigue hacerlo por aprecio a su compañero, sabe que en parte para Ray es mayor castigo vivir, ya que es un muerto en vida tras haber matado al niño y no poder acallar su conciencia.
Es un admirable acierto la alegoría que progresivamente se va colando en el ocasionalmente enrevesado argumento. Harry, Ken y Ray son caballeros de honor en un escenario medieval. Por un momento da igual que estén en el siglo XV o en el XX. Matan por unos principios que deben fomentar, y ellos son ejecutores y partícipes de ese honor que antaño enfrentaba a nobles y hasta a reyes. Hoy son unos hombres mal vistos por la sociedad, que actúan acorde a lo que ellos sienten que deben hacer. Por eso, cuando Ken sabe que tiene que matar a Ray, y no consigue hacerlo por aprecio a su compañero, sabe que en parte para Ray es mayor castigo vivir, ya que es un muerto en vida tras haber matado al niño y no poder acallar su conciencia.
Las casi dos horas que duran la película denotan una irregularidad que viene dada por unas tramas secundarias que sobran totalmente en el verdadero propósito de ‘Escondidos en Brujas’. Para empezar, la relación de ¿amor? que vive Ray con una joven y bella pasadora de droga belga llamada Chloe (Clemence Poésy), que sólo sirve para dotar a Ray de mayor protagonismo; todo lo que rodea a Jimmy, un actor enano algo antipático, es de una extravagancia gratuita y nada justificable. Por lo demás, ‘Escondidos en Brujas’ destaca por su capacidad de traspasar al espectador de una atmósfera única, que eclipsa todo aquello que hace que la película, por su historia, sea olvidable. Los diálogos son buenos aunque algo redundantes (se repiten a lo largo de la película a través de los tres personajes principales, recurriendo a las mismas frases para insistir en el mismo mensaje).
Es curioso cómo Ray detesta la ciudad mientras que Ken y Harry se sienten abrumados de estar en ella. Ray está fuera de esa urbe medieval y sombría que aburre y deprime, mientras que los otros dos están como en casa, deleitándose de cada cosa que ven, cada paso que dan. En definitiva, un símbolo de que Ray no puede, por más que quiera, seguir cómodo en el mundo de los asesinos a sueldo, que viven como pueden dentro de lo malévolo de sus actos. Es de agradecer la presencia, aunque tardía, de Ralph Fiennes, que hace lo que puede por hacernos creer que su personaje es el villano cuando en realidad es otro igual que ellos, aunque sea el jefe y tenga menos escrúpulos. Y hay que resaltar también que Brendan Gleeson, uno de esos eternos secundarios cuyo rostro es famoso pero de nombre desconocido, tiene por fin un papel con los suficientes minutos y una estimable solidez para sacar a relucir todo su talento actoral.
Por último, la banda sonora del siempre efectivo Carter Burwell, con dos excelentes temas principales a piano que continúa ese nuevo estilo suyo escuchado en ‘Antes que el diablo sepa que has muerto’, aporta muchísimo a esa atmósfera belga-europea-medieval, y trasciende lo puramente musical para recordarnos las analogías que tiene la película al estilo de los hermanos Coen, de quien seguro que el director y guionista de esta película, el debutante (aunque ganador de un Oscar por su cortometraje ‘Six Shooter’) Martin McDonagh, ha aprendido mucho. Por supuesto, hay que mencionar la fotografía de Eigil Fryld que hará sentirse orgulloso a todo habitante de la ciudad de Brujas.
Recomiendo incondicionalmente ‘Escondidos en Brujas’, una película que satisface sobradamente las expectativas de todos los seguidores de películas policiacas, persecuciones, thrillers psicológicos, etc., y que contiene unas referencias simbólicas en favor de la consistencia de sus tres personajes protagonistas, con unas interpretaciones de lujo y un clima europeo invernal sobresaliente.
2 comentarios:
me gusta brujas
ResponderEliminarQue bonita sorpresa !
ResponderEliminarPasé...vie la puerta entreabierta y entré !
Merci princesse por tu labor en favor de mon petit royaume Belge.
Y estoy de acuerdo contigo, Bruges-Brugge-Brujas es bellisima.
Mis mas cariñosos saludos.