sábado, 5 de noviembre de 2011

maría josé de bélgica.


María José de Bélgica, Reina de Italia

Sorprendente, inconformista, original y sobre todo con dignidad real. La Reina María-José de Italia se mantuvo así durante toda su vida. Instalada durante sus últimos años en su casa de Cuernavaca, México, la antigua soberana italiana demostraba la misma curiosidad a los 90 años que a los 15. Su villa blanca y el jardín circundante, vibrante de buganvillas y exótica vegetación, estaban llenos de encanto. María-José había descubierto México en compañía de la princesa María-Beatriz de Saboya, su hija menor, y eligió ese país de residencia para estar cerca de su hija y nietos. Adquirió una mansión cercana a la de su familia, con una excelente acústica que le permitía ofrecer conciertos de piano a familiares y amigos –había traido su excelente piano Bechstein, que le fuera obsequiado en 1930 por sus padres, los reyes Alberto I y Elizabeth de Bélgica, también ellos amantes de la música-.


La música siempre desempeñó un papel importante en la vida de la reina. "Soy músico, mis padres eran músicos, he sido capaz de satisfacer a los más grandes virtuosos y compositores. Para fomentar la creatividad he creado el Premio Internacional Reina María José para la composición musical en 1960…". Asistía asiduamente a conciertos en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México y era visitada constantemente por jóvenes músicos mexicanos.

Sin embargo, los días de la reina no estaban sólo dedicados a la música. La Historia, su otra pasión, siempre desempeñó un papel importante en su vida. Leyendo una biografía de su tía abuela, la reina María de Nápoles, esposa del rey Francisco II de las Dos Sicilias, María-José recordó: “Cuando era niña me recuerdo visitando a mi vieja tía, cuyo marido fue destronado por los Saboya en 1860 durante la unificación italiana. Después de saludarla, me apuntó con el dedo y dijo… ‘Y tú, espero que nunca te cases con ese pequeño Umberto de Saboya!’”. Curiosamente, Maria-José se casó con ese príncipe de Saboya. Su tía María fue la última reina de las Dos Sicilias, María-José fue la última reina de Italia.

La última soberana de Italia era una princesa de Bélgica.Marie José Charlotte Sophie Louisa Amélie Henriette Olga Gabrielle había nacido en Ostende, con el título de Princesa de Sajonia-Coburgo-Gotha hasta que su uso fue interrumpido al final de la Primera Guerra Mundial. Recibió ese nombre por su abuela materna, María Josefa de Braganza, Infanta de Portugal.
Desde temprana edad fue destinada por sus padres a casarse con Umberto, Príncipe de Piamonte, el heredero al trono italiano, con quien se reunió brevemente en 1916. Con este futuro en mente, sus padres la enviaron al Colegio de la Santissima Annunziata en Florencia, por lo que aprendería a hablar italiano con fluidez. A fin de completar su "italianización", a partir de su salida del colegio y durante 10 años, recibió clases de Anna Licari Barberini, una institutriz florentina de gran cultura.



María-José mantuvo un "diario del corazón" bajo llave donde grabó sus pensamient
os más íntimos y sus emociones. A los 18 años, bajo el título "Impresión", habló de su anhelo por su futuro esposo, "Beppo" de Saboya. María José y Umberto son descriptos a menudo como una pareja unida sólo por razones de Estado, completamente opuesta en carácter. Sin embargo, tenían mucho en común: dignidad interior, preocupación por la justicia social, simpatía por el arte y la literatura. Llevada a amar a Umberto, María José empezó a verlo como la perfección de un hombre joven... Como le confió a su diario:

"No sé por qué la vida a veces parece aburrida, cansada, vacía. Sin embargo, hay tantas cosas que son interesantes, hermosas, divertidas, buenas y útiles. Nos encontramos con muchas personas que son inteligentes, buenas y sinceras. Pero, a pesar de ello, siempre estamos buscando algo más. Qué estúpidos somos. Beppo, eres quien yo quiero, tal vez es por eso que todo parece aburrido, cuando no estás aquí. Ven, ven a mí, y déjame venir a ti, y vamos a permanecer siempre juntos. No quiero vivir sin ti, no puedo, te amo.Ahí está la razón de todo mi mal humor.Sólo tú puedes darme la verdadera alegría de este mundo.” (citado en italiano por Luciano Regolo en Il re signore, 1998). Era una joven romántica, pero lamentablemente rara vez pudo encontrar la intimidad conyugal y la felicidad que deseaba.

En 1929 la Corte Real de Bélgica anunció solemnemente el compromiso de la única hija del rey con el príncipe heredero de Italia. El 8 de enero de 1930 la princesa de Bélgica se convirtió en princesa de Saboya, en el Palacio del Quirinal en Roma. La fecha de la boda, de conformidad con el deseo del novio, coincidió con el cumpleaños 57 de su madre, la reina Elena de Italia. Fue un día agitado y agotador para la joven pareja.

Aunque María-José se levantó muy de mañana, horas antes de la ceremonia, estuvo a punto de llegar tarde al altar. Desafiando las supersticiones, Umberto había ido a ver a su novia antes de la boda. Con su atención a los detalles y el perfeccionismo estético (rasgos que María-José a veces encontraría frustrantes), él se enfureció al ver que las mangas de su vestido habían sido cosidas de manera equivocada. Tal vez nadie lo hubiera advertido, pero el príncipe insistió en remediar la situación (al final, las mangas fueron completamente eliminadas y reemplazadas por largos guantes blancos). Era irónico, pero María-José ni siquiera había querido llevar este vestido, prefiriendo un atuendo más simple, más moderno, pero Umberto había insistido en la grandeza extrema (Había, de hecho, ayudado personalmente a diseñar el vestido, una elaborada creación en blanco y plata). "¡Me veo como una Virgen en procesión!" había murmurado la novia.


Después de todo este retraso, el cortejo nupcial comenzó finalmente, atravesando el palacio hasta la Cappella Paolina. En el altar, según la tradición, cuatro príncipes de la Casa de Saboya sostenían un velo, símbolo de pureza y protección, sobre la novia y el novio. A las 11 horas, Humberto y María-José eran marido y mujer.

Acabada la ceremonia, los recién casados se trasladaron a otra parte del palacio para firmar los documentos del matrimonio. Mussolini, que estaba presente, quería que Maria-José utilizara la forma italiana de su nombre, "Maria Giuseppina". La joven de carácter fuerte, sin embargo, para gran vergüenza de su marido, se negó obstinadamente a hacerlo (Ella siempre firmaría orgullosamente "María José", creando una situación incómoda para la prensa italiana). El resto del día estuvo ocupado por deberes protocolares; apariciones en el balcón, visitas oficiales, celebraciones y aplausos.

El trousseau nupcial de la reina incluía mantos ceremoniales y trajes de corte. Uno de ellos estaba bordado con hilos de oro y plata metálica e incluía de cuatro a seis kilos de metales preciosos. El uso de hilo metálico que no se desvaneciera era una práctica tomada de los adornos bizantinos, con el fin de evocar la impresión de lujo y poder.Los trajes de corte usados para ceremonias oficiales y los largos, escotados y refinados vestidos de noche reflejaban la moda italiana de los ’30, la cual María-José representaba a la perfección.


Hubo una gran corriente de orgullo en Italia cuando se supo que el joven príncipe estaba confiando a la industria italiana de la moda la tarea de confeccionar el ajuar real. Sin embargo, pese a que los modistas del guardarropa real eran italianos, en su mayor parte los diseños se basaban en modelos de París. Se puede ver fácilmente la influencia de Madeleine Vionnet, Elsa Schiaparelli o Paul Poiret. Las hermanas Gori incluso se referían a sus creaciones como “diseño parisiense con el gusto de Turín”.Cuando María-José salió de Italia a raíz del referéndum de 1946, varios camiones viajaron con ella. Dentro de ellos uno de sus asistentes había embalado cuidadosamente una colección de vestidos y mantos que, durante los dieciséis años anteriores, habían acompañado a la Princesa de Piamonte en sus funciones oficiales.

María José era una mujer de una gran belleza y célebre por su elegancia. Llevó consigo algunas joyas heredadas muy preciadas, que no formaban parte de las célebres joyas de la corona italiana que el rey Umberto II dejó en un banco de su país cuando marchó al exilio ya que, como dijo en varias ocasiones, no tenía muy claro a quién pertenecían.

Aquella colección que permaneció guardada en la cámara acorazada del Banco de Italia, en Roma, incluía varias piezas destacadas: una tiara circa 1890 firmada por August Holmström, de la Casa Fabergé, realizada con seis diamantes de talla 'briolette', que perteneció a la Emperatriz Josefina y fue un regalo del zar Alejandro I tras su divorcio de Napoleón (María José la heredó en 1987 de su hermano Carlos Teodoro, Conde de Flandes, y jamás llegó a usarla); un diamante circular de color azul grisáceo, de la joyería Harry Winston -datada en 1920 y con 7,81 quilates-; una doble sarta de diamantes con 1.859 piedras preciosas; un collar de 10 vueltas de 684 perlas regalado por el rey Humberto I a su consorte la reina Margarita.

5 comentarios:

  1. Hola amigas ! Qué fascinante historia la de María José !!!!!

    Podrías Arh, subir más imágenes ?
    Bonitas y exultantes clavelinas nos reciben hoy !!!

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  2. María José ... bellísima, elegantísima.
    Me encantan sus perlas y su traje de novia...
    En fin !! todo su vestuario

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  3. si muy muy bellla , lástima de esposo dicen que era homosexual, y sus hijos ninguno salió tan guapo como ella mmm la genética?

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  4. OOOHHHHH !!!

    no sé si sería esa la condición del esposo, pero recuerdo que nos habían comentado lo llamativo que resultaba la obsesión por controlar hasta el último detalle del vestido nupcial ...

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  5. bueno cuando fue el exilio hicieron vidas separadas, además de que el esposo no sabía gobernar el padre siempre lo relegó muy autoritario el señor

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